Tiempo de Adviento!!!


Tiempo de Adviento!!!

Antes de partir para aquel lugar lejano, y hacia aquel tiempo indefinido, el esposo le había dicho:

- Te encomiendo los chicos.

En esa frase ella había intuido todo el programa para ese tiempo de espera, que alimentaría el anhelo del retorno. Los intereses de su esposo ausente, serían para ella ahora sus propios intereses. En cada actitud suya de esfuerzo sufrido o de alegría conquistada, sentiría estar cumpliendo la confianza que en ella había depositado el ser amado al partir. La presencia constante del ausente en regreso sería para ella la motivación de cada una de sus actitudes, la fuente viva de la fuerza para su actuar en las pequeñas verdades provisorias de cada día.

Muchas veces en su historia de compromiso y de amor había vivido la ausencia de su esposo. Y muchas veces había tenido que alimentar la espera, y había tenido la experiencia de la fidelidad del retorno. Pero nunca la ausencia había sido como esta. Nunca lo había sentido tan lejos. Ni había sido tan larga la espera. Poco a poco sus cartas se habían hecho menos frecuentes. Los amigos que venían trayendo noticias de El eran raros y hablaban sólo de datos lejanos y como si fuera de oídas. Y fue entonces que muchas otras voces y comentarios comenzaron a llegarle cada vez con más insistencia.

Se decía de El, que ya no volvería, que se había olvidado de sus promesas. Le decían que la había olvidado, que su corazón ya no estaba con ella, que tenía sus intereses en otra parte.

Esa ausencia tan prolongada; ese silencio tan espeso: ¿no eran acaso una prueba de que tal vez los comentarios tuvieran razón?

Y entonces la fidelidad comenzó a hacerse difícil. Cada esfuerzo por lo suyo se convertía en dolorosa duda. ¿Realmente El sentiría todavía esas cosas como suyas? Esos esfuerzos exigían una fidelidad muy profunda. Pero, justamente: ¿no era esa fuerza de fidelidad lo que empezaba a flaquearle?

Fue entonces que los demás empezaron a notar en ella una actitud nueva. 0 al menos, que ellos sintieron como nueva. Por las noches comenzaron a ver que se encerraba en la intimidad de su alcoba, y que allí en el silencio de la noche su lámpara permanecía encendida. Muchos pensaron que se encerraba para llorar. Para desahogarse sin que nadie la viera. Para vivir en lo secreto la amargura que su orgullo no le dejaba reconocer ante los demás. Para reconocerse en lo secreto lo que todos creían conocer, y que sólo ella parecía querer ignorar.

Para confesarse a sí misma sin testigos, que tampoco ella creía ya en el retorno del que amaba.

Y sin embargo, había un detalle misterioso en esa actitud. Y era que ella salía de esas largas rumias de intimidad, más animosa. Salía de esas noches con una alegría serena, y una fuerza nueva que le permitía una profunda fidelidad a las exigencias de cada detalle de su vida de espera y de dedicación a los intereses de El. Volvía para encender en cada hijo el cariño por el padre ausente y a alimentar en todos la vigilante espera por su próximo retorno.

Lo que nadie sabía, era que en esa intimidad había un tesoro que sólo ella conocía. Porque esa mujer tenía un corazón profundamente femenino. Un corazón con capacidad de conservar todo lo que había recibido de vida. Y allí en el silencio de espera de sus noches solitarias, volvía a releer y meditar aquellas antiguas cartas de amor que había recibido de El. Cartas que en tiempos ya maduros habían alimentado sus esperas, siempre cumplidas. Cartas que le hablaban de ausencias vividas y de reencuentros profundos gracias al crecimiento mutuo de la ausencia.

Allí volvía a encontrarse con el corazón de El; volvía a sentirlo latir. Lo reconocía y no podía negarle de nuevo su sí. Cierto que esos retornos habían sido siempre retornos provisorios, y que siempre habían exigido nuevas partidas. Pero en esa vieja historia de amor y fidelidad había crecido un conocimiento del corazón de El. En la lectura de esas cartas, y en la rumia de esos acontecimientos, ella volvía a reencontrar todo el sentido de su espera y la fuerza para vivir su adviento.


(publicado en el libro Fieles a la vida, Editorial Patria Grande) Parábolas de Mamerto Menapace, OSB.



Y para aquellos "memoriosos" ... les agrego algunas canciones que escuchabamos mientras nos levantaba en las mañanas el entonces "Hermano FAFA" (Claro que en castellano que no las conseguí), ... mientras hacíamos todo en silencio pensando que las primeras palabras del día eran para nuestro Dios ....



Música

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Montevideo, comunidad religiosa año 95. Fotos y comentarios de sus miembros. Disculpen que revele tantas cosas...




Queridos amigos,

Estos recuerdos no son nazarenos. Disculpame Titino, pero tenia ganas de escribir esto.
Son de la comunidad de Montevideo, donde fui postulante de la congregación en el año 95.
Fue el año mas dificil porque fue cuando entendi que la vocacion religiosa no era para lo que estaba llamado.

Sin embargo fue el año más hermoso en la búsqueda de la voluntad de Dios.
Era una hermosa comunidad. Madura, con mucha caridad entre sus miembros.
Ojalá este modelo de comunidad se replicara en todas las casas de la Obra.

Les adjunto una foto, de la última cena antes de venirme a Bs As, 30 de noviembre de 1995. Y menciono a sus miembros de izquierda a derecha.

Padre Miguel Tofful, hoy superior general de la Obra. Siempre admiré su fuerza y su oración. No sé como hacía para estar todo el tiempo acompañando a los chicos del hogar, trabajar en el campo y a la vez sacar las mejores notas en la facultad. Ya pintaba pa bueno el pollo.

Padre José Antonio Silva. El gordo, con respeto lo digo, era la inocencia en persona, y me moría de risa con él. De vez en cuando mateabamos en su cuarto. Le costaba estudiar, pero le ponía ganas. En un momento pensé que se nos iba para Dalmanutá, una congregacion nacida en Uruguay de la mano del padre Popelka, otrora jugador de Nacional de Montevideo. Un cura que fue jugador de futbol, que tal?

Hno Gianfranco Mori, siempre tan formal y tan formador, cuidando con celo lo que se llamaba el Sancta Santorum, lugar donde estaban las cosas mas ricas de la cocina. La entrada estaba vedada a muchos. Recuerdo un episodio: preparaba el desayuno para los chicos del hogar, y me ve abriendo un sachet de leche con los dientes. Me dijo con caridad que habia que hacerlo con un cuchillo. Nunca más volví a hacer eso, totalmente anti higiénico (y bueno, no lo sabía) gracias Franco. Por cierto, aprendiste a leer las lecturas sin trabarte? Va con amor y respeto eh?

Padre Juan Finozzi, querido padre Juan, superior de la casa y, en aquella época, delegado. Recuerdo algunas charlas que hemos tenido antes de mi salida. Me dijo que no movería un dedo para que me quedara y me recomendó un libro del cardenal Martini: poner orden en la propia vida. Bellísimo. Me dio una libertad increible, y se lo agradezco, porque realmente fue un padre y el mejor superior que tuve. Junto con el padreMiguel, eran los que más temprano se levantaban a rezar. No había día en que no los encontrara rezando en la capilla.

Padre Rudi, el garoto. Vivía con mucha alegría su vocación sacerdotal. Y aprendí de él que la iglesia no solo es un lugar donde se hace acción social y reparte sacramentos, que por cierto es muy bueno que lo haga. El estaba convencido de que Jesús seguía haciendo los milagros que hizo cuando estuvo en la tierra. Cuantos dolores de cabeza padre Rudi. Pero es cierto, Jesus hoy es tan real como hace dos mil años. Mi abrazo para vos.

Por ultimo estoy yo.

Quien tomó la foto fue Maximo Benitez, ex religioso, que es de Laferrere y actualmente vive en Montevideo, donde formó una linda familia. Muy inteligente el cabeza, demasiado diría... peleador con las estructuras de la iglesia, pero lo hacía desde una profunda convicción por lo social que lo llevaba a cuestionar algunos aspectos de la vida sacerdotal. Ojalá que esto no se pierda la mirada crítica y revisionista del modo de vivir de los curas. Es bueno cada tanto darle una mirada, que no?

Otro que falta es el padre Aldo Pesceta, que Dios lo tenga con El. Que cura bravo que era eh? Su ultima obra fue la iglesia Divino Espiritu Santo. Bellísima. Para mi el viejo era un capo. Cuando terminaba la misa sabia decir en la sacristia: prosit, y yo tuve que aprender a decir: tibi quoque... jajaja. Su italiano no le permitia pronunciar la letra j. Tal es así que a Borjon le decía Corque (Jorge Lazzari).

Bueno, andaba con ganas de escribir.
Disculpen. Lo de "revelar cosas" era un gancho para la lectura.

Les mando un gran abrazo!

Oscar